De ídolo a femicida: el caso de Carlos Monzón, el boxeador que inspiró la serie que retransmite Telefe

De ídolo a femicida: el caso de Carlos Monzón, el boxeador que inspiró la serie que retransmite Telefe

Hay historias que necesitan ser contadas más de una vez. Historias que, al darnos un pantallazo de otros tiempos, ponen en tela de juicio los actuales y, muchas veces, nos demuestran cuán poco estos cambiaron. Una de ellas es ‘Monzón’, aclamada dramatización biográfica del púgil devenido en femicida, que anoche aterrizó en Telefe como parte de su cacareada “Súper Noche”. 

No es un estreno absoluto (aunque es la primera vez que llega a la TV abierta), pero su retransmisión esconde otros méritos: recuperar el foco, ahora masivamente, sobre el caso que marcó un antes y un después en la consideración de la violencia machista en Argentina. La historia de Carlos Monzón es la de Alicia Muñiz y, a su vez, la crónica de una muerte anunciada.

Los primeros pasos

La casa de Monzón en el Barrio La Flecha, San Javier. Foto: Infobae.

Carlos Roque Monzón nació el 7 de agosto de 1942 en la localidad de San Javier, Santa Fe. Fue el quinto hijo de Roque Monzón y Amalia Ledesma, en el seno de una familia muy pobre y de ascendencia mocoví. La niñez de Carlos en San Javier, en sus propias palabras, fue “haciendo travesuras, como la infancia de la mayoría. Ni mucho hambre, ni grandes tristezas, ni frustraciones, ni dolor. Transitando un mundo sin obligaciones”. Allí vivió hasta los nueve años cuando, por penurias económicas, en 1951 se trasladó con su familia al barrio Barranquitas de la capital provincial.

En tercer grado abandonó los estudios y, para ayudar en las finanzas del hogar, tuvo distintos trabajos: canillita, lechero y, finalmente, lustrabotas. Fue este último lo que lo acercó a la profesión de su vida, el boxeo, que se practicaba en el Club Unión, cuya frecuente aglomeración de gente le significaba buenas ganancias. El 2 de octubre de 1959 tuvo su primera pelea como aficionado, y desde 1960 fue entrenado por el legendario don Amílcar Brusa, a quien consideraría un segundo padre. Ese fue el inicio de un ascenso meteórico.

Profesionalismo, estrellato y decadencia

Hugo Bidyerán, Amílcar Brusa y Monzón, en el gimnasio del Club Atlético Unión.

Para su debut profesional, el 6 de febrero de 1963, Monzón ya había tenido casi noventa peleas. Fue en el Club Sportivo Ben Hur de Rafaela, ante Ramón Montenegro, a quien vencería por nocaut en el segundo round. Desde entonces, no paró: tras algunos altibajos, a partir de 1965 tuvo sendas victorias consecutivas y para 1966 ya era campeón provincial de peso mediano. Ese mismo año llegó al mítico Luna Park de Buenos Aires, gracias al contacto porteño de Brusa, el mánager Juan Carlos Lectoure. Monzón se quedó con el título nacional derrotando al prolífico Jorge Fernández, “el Torito de Pompeya”; en 1967 también le arrebató el Cetro Sudamericano de Peso Mediano.

En 1970 se coronó campeón sudamericano, lo que le permitió disputar el cinturón mundial contra el italiano Giovanni “Nino” Benvenuti. En la noche del 7 de noviembre, inolvidable para la historia del pugilismo, Monzón noqueó a Benvenuti en el duodécimo round y obtuvo la corona mundial de peso mediano de la Asociación y el Consejo Mundial de Boxeo. Defendió el título catorce veces, sin perderlo, hasta retirarse en 1977. Dejó un récord profesional de 87 victorias, 9 empates, 3 derrotas y 1 sin decisión.

La consagración mundial del sanjavierino ante Nino Benvenuti.

Pero su intachable carrera profesional era la antítesis de su vida personal. En 1962, con 19 años, se casó con Mercedes Beatriz García, más conocida como “Pelusa”, de 15; para entonces ya había tenido un hijo, Carlos Alberto, con la casi anónima Zulma Torres. La relación con Pelusa fue el preámbulo de la violencia posterior, esa misma que estallaría en asesinato: él la golpeaba y celaba (aún tras separarse); ella sabía responder, llegando a dispararle. Con tres hijos (Silvia Beatriz, Abel y Carlos Raúl) y luego de doce años de matrimonio, la relación terminó en escándalo cuando entró en escena Susana Giménez, a quien Carlos conoció en el rodaje de la película ‘La Mary’(1974).

La historia de Susana y Monzón fue fogosa desde el vamos. Monzón sólo ubicaba a la vedette por las tapas de revistas y, apenas se conocieron en persona, la besó en la boca delante de la propia pareja de Giménez por entonces (Hugo Cavallero, también productor de la cinta). A Susana pareció no disgustarle y la pasión entre ambos fue creciendo a medida que avanzaba el rodaje, reflejándose sobre todo en el erotismo de sus escenas, cada vez más “realistas”. La ficción se hizo realidad el 15 de abril del ‘74, cuando la estrella invitó al púgil «a tomar un café» a su casa después de filmar una escena. 

Parecía el romance de la década, y en parte lo fue, pero no tardó en estar signado por violencia. A Susana no le gustaba la profesión de Monzón, y eso causaba conflictos con él y Amílcar Bruse; se esforzó por “civilizarlo”, por ayudarlo a desenvolverse mejor en los círculos que ella frecuentaba. Por su parte, los celos enfermizos de Monzón varias veces se tradujeron en golpes (que ella solía cubrir con excusas); y para cuando colgó los guantes, estos episodios no hicieron más que hacerse más frecuentes, sobre todo debido al alcoholismo creciente del santafesino, quien además empezó a meterse en el juego. 

Finalmente, tras cuatro años juntos, Susana dijo basta y lo dejó. No le importó que Monzón no lo aceptara y, como había hecho con Pelusa, siguió celándola y ahuyentando pretendientes tras la ruptura. Se dio cuenta de que si no terminaba con esa historia, la historia podría terminar con ella. La que no pudo hacerlo fue la modelo Alicia Muñiz.

El femicidio de Alicia Muñiz

La uruguaya nacionalizada argentina conoció a Monzón en 1978, a sus 23 años, en un viaje. En 1979 empezaron su relación, de la que nació un unigénito, Maximiliano Roque. Alicia siempre quiso ser madre, y si bien estaba enamorada de Monzón, no es que su deseo haya sido tener un hijo específicamente con el campeón; era la mayor de cinco hermanos y desde siempre tuvo un cadiz maternal. Era muy querida entre sus amigas, con proyectos propios y ganas de vivir, algo que empezó a cambiar desde que se emparejó con el ex-boxeador. 

Como era de esperar, en aquella relación también estuvieron presentes los celos y los golpes, que él sabía dar en lugares donde no trascendieran a la vista. Hostigada por Monzón, de a poco Alicia comenzó a dejar de lado su profesión para evitar los celos y los consiguientes ataques del púgil retirado. Intentó separarse de él en varias oportunidades, haciendo denuncias que quedaron guardadas para siempre en los cajones de las comisarías de la época. Nadie entendía por qué siempre lo perdonaba y volvía con él, creyendo que con amor lo iba a hacer cambiar. Entre esas idas y venidas, se casaron.

«Carlos es un chico que quiere un juguete con todas las ansias y, una vez que lo tiene, lo destroza. Cuando recién empezamos a salir, una noche me dijo que no me enamorara de él porque me iba a destrozar» declaró en 1980, en una entrevista con La Semana

Hacia fines de 1987, Muñiz retomó contenta su carrera como modelo, pero los últimos meses vivía angustiada por las trabas que Monzón ponía a los trámites de divorcio. Había hecho una denuncia en la comisaría de Villa Urquiza porque él la acosaba. 

Finalmente, se reunieron por última vez la noche del 13 de febrero de 1988, en Mar del Plata, en un chalet alquilado al “Facha” Martel. Una cita que la prensa retrató como otra reconciliación pero que, en realidad, fue para buscar a su hijo, a quien hace más de un mes que no veía; Monzón no quería devolverlo, y puso como condición que ella lo buscara. 

La mañana siguiente, el mundo se despertó con la noticia de que Carlos Monzón asesinó a su mujer. Nadie podía, o más bien no quería, creerlo. Él dijo que fue un accidente y se rehusaba a ser procesado, pero los peritos pronto indicaron que Alicia ya había sido golpeada y asfixiada antes de ser arrojada por el balcón. Y aunque se caratuló como homicidio simple (recordemos, no existía aun el término “femicidio”), el asesinato de Muñiz a manos del ex campeón del mundo fue determinante para la apertura de comisarías de la mujer en la Provincia de Buenos Aires.

Monzón nunca reconoció su culpabilidad, así como tantos de sus admiradores. Pero tras un juicio oral que comenzó el 26 de junio de 1989 y duró siete días, fue condenado a unos irrisorios 11 años de prisión. Sin embargo, el 8 de enero de 1995, cuando recién había cumplido la mitad de su pena en la Unidad penitenciaria N° 2 del barrio Las Flores, de Santa Fe, el ex boxeador se mató en un accidente automovilístico. 

Fue en una de las tantas salidas transitorias de las que venía gozando, trabajando como entrenador de boxeo en el gimnasio de la UPCN. Al penal sólo iba para pasar la noche. Tenía 52 años. Algunos lo despidieron con honores, recordando selectivamente sus logros deportivos. Otros, como el femicida que hizo que la sociedad argentina empezara a tomar consciencia de la violencia de género y sus consecuencias.

‘Monzón’, retrato de una fiera

Basada en el libro ‘Monzón, secreto de sumario’ de María Adelina Staiolo, la serie se destaca por dar cuenta de una concepción propia del último tiempo: la noción de “femicidio” rompió con el concepto de “crimen pasional”. Este caso lo logró por tratarse de personajes altamente reconocidos y mediáticos. Aún con sus obvias y esperables licencias dramáticas, la ficción cumple como representación no sólo de la figura protagonista, sino también como retrato de una época y una sociedad que no quiso caer en cuenta que su campeón había matado a su ex mujer

Más allá de su evidente calidad técnica e interpretativa, el mayor reclamo de la serie queda implícito en palabras de la misma Staiolo: “Hoy Monzón hubiese sido condenado a cadena perpetua. El código penal cambió. Pero siento que, a pesar de los cambios, sigue habiendo muchas Alicias Muñiz. Y muchos Carlos Monzón”.
Por mucho que las legislaciones cambien y reconocimientos que haya, la lucha contra la violencia machista y misógina está lejos de acabar; y lo que es peor, su encubrimiento y hasta justificación. Ya en este mismo 2021 llevamos más femicidios que días. Recuperar este tipo de historias, especialmente en televisión abierta, es un granito de arena en la concientización sobre este tipo de flagelos que aún nos atraviesan. Sólo queda esperar que, de parte de la sociedad y las instituciones pertinentes, no quede en la frivolidad y pueda ser otro paso hacia un paradigma más justo y empático.

Julián Romano

Julián Romano

Redactor, historietista y estudiante de realización audiovisual rosarino. Amo la ficción de género y explotación, así como también la riqueza cultural e histórica de mi país. Recibí una educación cristiana, pero en mi altar está Cthulhu.

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