Chicho grande y Chicho chico: Enemigos públicos

Iniciaba la década del 30 cuando comenzaría un periodo marcado por el crimen organizado. Crisis mundial por el crack de la bolsa, gobiernos corruptos y bandas que tenían vía libre para sus fechorías. Dos nombres saltaron a la fama, y son recordados hasta el día de hoy, en una de las historias más negras de Rosario. ¿Quieres eran Chicho chicho y Chicho grande?
La ciudad había comenzado a ser reconocida con el mote de “La Chicago Argentina” a fines del Siglo XIX. Era acá donde cerraba la bolsa; así se esperaba a la cotización de los mercados de cereales, trigo, granos y de la soja. Es decir, toda la actividad económica de la ciudad era comparable a la que se llevaba a cabo en esta localidad de Estados Unidos. El detalle era que Chicago también era conocido por su cantidad de delitos, por ser tierra libre para la mafia y por ser la capital del reconocido Al Capone.
Aunque Rosario en esos días no era sinónimo de crímenes, la oleada migratoria que recibiría el país cambiaría la suerte, y con esto, Chicago tendría una nueva similitud para continuar con este mote. Así, se comparaban los mafiosos norteamericanos, con los que se estaban haciendo un nombre en esta parte del continente. De esta manera, la prensa conocería a su Al Capone local.
Chicho Grande

Entre los barcos de arribo, bajarían un grupo de sicilianos que habían truncado sus documentos para llegar a Argentina. Uno de ellos sería el del nombre que trascendería el tiempo: Juan Galiffi. Provenía con un gran antecedente criminal, pero en sus papeles figuraba como peluquero. Fue cuestión de tiempo para que muestre su verdadera cara, a través del secuestro y la extorsión.
Si bien Galiffi no arrancó de cero en Argentina, su ascenso a ser el capo de la mafia se debió a su gran habilidad para las actividades delictivas y económicas; logrando que el resto de los mafiosos sean simples subordinados que acataban órdenes. En suma, estos no solo le respondían por ser parte de su trabajo, sino que lo hacían por temor o por deudas contraídas. A la par, todos los mafiosos se establecían en lazos que hacían de la cossa nostra una “gran familia”.
Así, Chicho Grande, como era reconocido en el ambiente, fundaría y presidiría la SMS (Sociedad de mafiosos santafesinos). Mientras él se alojaría en Gálvez, sus principales negocios serían en Rosario. Juegos clandestinos, prostíbulos, extorsión y protección a los que pagaran, era parte de su accionar para crear el negocio de los años 30. Fue tanta su ganancia, que compró propiedades, bodegas y viñeros en San Juan, Buenos Aires y Montevideo.
«Nunca como hoy Rosario merece ser llamada la Chicago argentina: tiene sus bandas todopoderosas, sus policías impotentes para destruirlas y sus periodistas heroicos y mártires», publicó el 9 de octubre de 1932 el diario Crítica luego de que fue asesinado su corresponsal Silvio Alzogaray por orden de Juan Galiffi
Chicho Chico

Francisco Marrone llegó prófugo de la Justicia italiana, con un antecedente de dos crímenes bajo el brazo. Este encontró en Rosario una gran oportunidad de negocios por la vera del Paraná, donde el dinero circulaba a gran velocidad, y la burguesía comercial. De tal forma, tenía un blanco perfecto para extorsiones, y él comenzaría a hacer su propio nombre.
Tras instalarse en la ciudad, Chico Chico se rodeó de jóvenes con mente criminal, que él los veía como la nueva generación de la mafia. Gracias a sus conexiones cambió falsamente su nombre por Alí Ben Amar de Sharpe, oriundo de la ciudad de Constantina. Él consideraba que su pesado prontuario quedaría atrás con su nuevo nombre legal. Con esa misma idea, decidió casarse con María Esther Amato, que era una bella mujer de una familia bien ubicada socialmente.
Los Amatos tenían relaciones aceitadas con el radicalismo y las fuerzas de seguridad. En sí, Marrone logró meterse con destreza en este vínculo político que le cuidaba las espaldas. Empezó una rutina de ir todas las tardes a las reuniones sociales del Jockey Club y se movía en autos lujosos con chofer. Según su ideología, “Había que vestir bien, tener buenos modales y dejar de parecer un tano mafioso”.
La batalla de los Chichos

Marrone logró insertarse en la sociedad rosarina, pero cada movimiento que hacía, parecía tener a Galiffi como motivación. Chico chico iba avanzando en las relaciones públicas con los alfiles locales de la mafia, quitándole jugadores a Chicho grande. Uno de ellos fue Cayetano Pendino, quien después Marrone ordenó matar.
A su vez, Marrone aprovechaba sus contactos familiares, con los cuales gozaba de cobertura policial y vía libre para sus negocios. Entre sus beneficios, logró difundir el dato de que investiguen los antecedentes criminales de Galiffi, quien empezó a perder protección de las fuerzas policiales.
Abril de 1932 fue el mes que llegó al climax de esta guerra. Los diarios hablaban del secuestro de Julio Nanini y de Carlos Gironacci, de 19 y 15 años, respectivamente. Un grupo no identificado lo había abordado en la zona rural de Arroyo Seco y desde el 31 de marzo no se tenían noticia del paradero de los adolescentes.
Hasta ese momento, la mafia tenía ciertos códigos que consideraban «irrompibles». Si bien secuestraban, sólo lo hacían con miembros de la comunidad judía. Así, el pedido de ayuda de los padres de los jóvenes a la policía, empezó a ventilar los nexos que tenían los organismos de seguridad con la mafia. A pesar de que los masculinos llegaron a escapar antes de que se pague el rescate (por descuido de su vigilador José Piazza), el crimen organizado debía “reorganizarse”.
La reunión de Chichos

Ambos Chichos sabían que la violencia era perjudicial para los negocios, atraía a periodistas y la policía se vería obligada a actuar. Como una invitación a dialogar, Galiffi invitó a Marrone a su casa en Buenos Aires para llegar a un entendimiento. Este último aceptó la invitación y le informó a su círculo que iba a “Arreglar un negocio de importancia con Galiffi”.
En el domicilio porteño (Pringles 1253) donde había una fábrica de muebles a modo de fachada; Rosa Alfano y Ágata Galiffi recibieron al rival de la familia. Ellas excusaron a Chicho Grande, justificando que tenía un asunto urgente de negocios, pero que hablaría con Luis Corrado, Juan Rubino y Juan Glorioso, sus hombres de confianza.
Marrone vio a estos sicarios y entendió que la decisión estaba tomada. Pidió salir unos minutos para hablar por teléfono con su esposa. Los anfitriones lo llevaron a un local de la Unión Telefónica en la Avenida de Mayo, y luego de que este prometió regresar al día siguiente, se reunieron en un restaurante de Corrientes y Paraná. Aquella sería la última cena del jefe mafioso.
En su declaración policial, Simón Samburgo contó que en la noche del 9 de abril de 1932 estaba en San Juan, con Juan Galiffi. Había una reunión de negocios en su casa, y de pronto sonó el teléfono. “-¿Buenas noticias?” – Chicho Grande contuvo la sonrisa.
Francisco Marrone dejó de ser visto en los lugares que solía frecuentar. María Ester Amato pidió la anulación de su matrimonio al poco tiempo, tras creer que se había ido de viaje a Estados Unidos, por el mensaje que mandó la esposa de Galiffi. En suma, su hermano Héctor Amato (ex abogado de Chicho Grande y esposo de su hija) le dio la razón, al estar enterado de su verdadero final.
Pero Chicho Chico siguió vigente de alguna manera. Si bien ya no podía formar parte físicamente, era como un fantasma, al que se le adjudicaba gran parte de los hechos mafiosos. Su banda trabajaba en honor a su nombre, y hacian un gran esfuerzo criminal en memoria. Como extra, la policía hacía innumerables investigaciones para atraparlo, siempre creyendo que los delitos estaban detrás de él.
El final de la guerra
La lidia fue ganada por Galiffi, pero con esto también iniciaría su ocaso. Primero en 1933, cuando la Justicia Federal le anuló la ciudadanía. Años después, se le adjudicó la desaparición de Abel Ayerza, un estudiante de medicina que tuvo su relato, aunque se cree que fue una propia obra de la banda de Chicho Chico, en venganza.

De cualquier manera, Galiffi quedó encubierto y dejó de contar con toda la protección policial que disponía. Así, en 1935 fue deportado a Italia, mientras que su hija Ágata se casaba con el abogado Rolando Gasprar Lucchini, que se convertía en el administrador de los bienes de la familia. Así, la mafia italiana siciliana continuaría con el secuestro extorsivo y el negocio de la protección.
En 1939 Chicho Grande sería detenido en Milán por adulteración de documentos y falsificación de dólares. Moriría en 1943 en un bombardeo en esta ciudad contra el régimen de Benito Mussolini, quien se cree que era su amigo.
Fuente:
La Mafia en Argentina, de Héctor Nicolás Zinni
Historia de la mafia en la Argentina, de Osvaldo Aguirre
Archivo La Nación